Vivimos en un déjà vu eterno. Cíclico. Mientras vemos cómo la delincuencia se adueña de nuestra vida, advertimos al mismo tiempo que en la carrera para tener una mayor seguridad atrasamos varios cuerpos. Siempre vamos por detrás de los delincuentes. Y, pareciera, no hay política de seguridad que logre torcer ese destino. Los asaltos son cada vez más, la violencia es cada vez mayor y la “sensación” de inseguridad dejó de serlo hace ya bastante tiempo. Hoy, de sensación no tiene nada. Hay un ejemplo que retrata todo esto en forma clara. Hace pocos días, el 1 de marzo, el gobernador Osvaldo Jaldo dio su discurso de apertura de sesiones en la Legislatura. Y dedicó un buen tramo para hablar de seguridad. El hombre que desde hace cinco meses tiene el timón de la provincia en sus manos no quiso dejar pasar por alto los tres ítems que más desvelan a los tucumanos: salud, educación y seguridad que, junto a la obra pública impulsada desde la Nación, fueron la base de su discurso. Veamos una de las frases que les dijo Jaldo a los parlamentarios: “En cuanto al diseño de programas y acciones, durante el año 2021 la Policía de Tucumán actuó en marco del ‘Plan Estratégico de Seguridad’; desarrolló los mapas del delito para direccionar la tarea preventiva hacia los lugares de mayor conflictividad; e implementó nuevas acciones operativas, entre ellas los programas Alerta Tucumán, Despliegue Territorial de Recursos y Cuadrantes de Patrullas. Finalmente, se incorporaron 500 cámaras de seguridad de última generación en la ciudad capital y en comunas del interior. Todas ellas se suman al Sistema Integrado de Emergencias 911. La próxima incorporación de GPS en todos los vehículos de la fuerza policial, al igual que la reformulación e innovación en la gestión de procesos, incrementarán la capacidad operativa de las políticas de seguridad en nuestra provincia”. De esta manera resumió lo que se hizo en el último año. ¿Este año? Pareciera que está escrito en un manual universal. Cada ministro que asume y cada jefe de Policía que se hace cargo de la fuerza usan las mismas palabras. Mapas del delito. Se vienen haciendo mapas del delito desde hace 30 años en Tucumán. Pero fueron creados a principios del siglo XIX en Francia, y luego la Escuela de Chicago los implementó en una ciudad en la que el delito los había superado. ¿Sirven? Claro que sí. Son la base de lo que debería ser una estrategia contra el delito. El problema es creer que sólo con eso se podrá controlar la situación. El delincuente siempre va a estar un paso adelante justamente porque su accionar tiene mucho de improvisación. Y hablamos sobre todo del delito callejero, el que más atemoriza a los tucumanos, y no tanto de ataques planificados que en general tienen como objetivo a comercios o, incluso, sucursales bancarias. Tucumán sufre los robos al voleo, por la presencia de motochorros, por el accionar de pungas y descuidistas. Son, por lejos, el tipo de delito que más asusta.
Esclarecen la ola de robos de El CadillalPor todo esto, hablar de mapas del delito es importante, pero la idea es siempre la misma. Vale otro ejemplo con una frase textual del ministro de Seguridad, Gobierno y Justicia de 2014, Jorge Gassembauer: “No podemos decir, hoy, que la seguridad en Tucumán funciona perfectamente. Pero sí existe un esfuerzo del gobernador (José Alperovich) para que así sea. La Policía está siendo permanentemente capacitada, se están instalando sistemas de cámaras de seguridad y el número de emergencia 911. Este sí es un sistema de prevención, que nos permite conocer el mapa del delito en tiempo real con cada denuncia”. Pasaron ocho años de estas declaraciones. ¿No fue acaso lo que dijo Jaldo hace apenas dos semanas? Y si buceáramos más atrás encontraríamos declaraciones similares. Otro ejemplo: Jaldo habló de “cuadrantes de patrulla”, algo que se viene anunciado desde 2007 en la provincia. Esos cuadrantes deberían ser recorridos por policías de a pie, en motos y camionetas pero evidentemente esto no alcanza.
Allanamiento en Alderetes: robos con inhibidores de alarmasHoy el Ministerio de Seguridad debería tener un perfil distinto al que delineó Juan Manzur desde el inicio de su gestión, colocando allí a un gendarme, un hombre preparado sobre todo para la lucha en el terreno, con experiencia antes que nada en el combate contra el narcotráfico, como fue Claudio Maley. Con su renuncia para asumir en un cargo nacional se le abrió la puerta a Eugenio Agüero Gamboa, un abogado con experiencia en el Equipo Científico de Investigaciones Fiscales, que debería servir para tener más aceitada la relación con el Poder Judicial. Sin embargo, tal como lo anunció Jaldo, parece ser el mismo plan. Cuadrantes, mapas del delito, más policías, más vehículos, más cámaras, más GPS y más armas. Si hay algo que los vecinos quieren es mayor presencia. Quieren poder contar con la Policía cuando algo les sucede. Y, obviamente, tener mayor seguridad. La queja del comerciante Esteban Lamontanaro de lo que sucede en Yerba Buena, por lejos la ciudad con más presencia de seguridad entre policías, custodios, la guardia urbana y las cámaras, parece sacada de una película: “Hay ladrones que ingresan por los techos y se llevan lo que pueden. Hay un asociado que perdió al menos $500.000 en cigarrillos. Pereciera que un ‘Spiderman’ malo está recorriendo nuestra ciudad para llevarse el esfuerzo de todos nuestros afiliados”. Ante esto, los mapas del delito sirven de poco. Si hago el esfuerzo de sectorizar dónde se cometen los atracos, debo acompañar esa estrategia con personal idóneo, y al mismo tiempo identificar hacia dónde mutará el delito cuando ya se haya saturado de personal un lugar específico. Se llama prevención. La Policía presume cuando dice que cada vez hay más detenidos, más operativos y más secuestros. Tantos que ya no tienen dónde poner a los presos. Pero la Inteligencia para evitar que los ataques se concreten sigue fallando. Y así, vivimos en un loop constante. Corriendo por detrás del delito y, por supuesto, llegando tarde. De nada servirá entonces tener la mayor fuerza de seguridad del mundo, y con el mejor equipamiento, si nosotros seguimos con los mapas del delito. Y los delincuentes activan sus radares para ir por delante de nuestras acciones.